Sili[k] ... escupe con el alma

Mi corazón supura infección, infección de amor y de su pérdida.

Thursday, September 16, 2004

El círculo perfecto

Soy circular. Salí por donde entró el desconocido, colonizador de sangre blanca. Seguí mi instinto y oliendo la sangre como un tiburón volví a donde nació mi destino.

Labios africanos, enormes, los mismos que me escupieron a la vida, ahora salivan placer para mí. Los mismos, pero distintos. Labios ocultos entre cabello rizado, labios que beso con sabor a sal atlántica o mediterránea. Labios por los que me adentro con el cuchillo de mis dedos, cortando ramas, abriendo huecos y decapitando alimañas hasta encontrar el río en el que me detengo a beber. Extenuada, sedienta, quiero tragar toda África, tu continente y el mío, mientras grita su último gemido.


Soy a la vez una nube que suda tormentas en ti, continente yermo. La que duerme en tu monte, enganchada como el pez en el anzuelo. Lloveré hasta quedarme seca, hasta que me aplaque el sol. Pero no, no vencerá el iluminado, tarde o temprano brotaré de tu desierto en forma de vapor y naceré de nuevo.

Serás Escocia con el paso del tiempo, primero un oasis, dátiles, lagos que llegarán a la mayoría de edad con un diluvio universal del que surgirán mares y prados verdes por los que los niños se dejarán caer sin miedo. Soy mujer y la amo a ella, soy un círculo perfecto.


Wednesday, September 15, 2004

Besos vendidos

Chantaje. El cambio no siempre es dinero. Familia. La sangre no es tal si no es roja. El corazón se alimenta de ella, de la sangre. De la sangre que bebes con besos. Si los besos no son rojos, son lágrimas, saladas, que te secan la garganta y que convierten tu paso por la vida en un esqueleto en medio de un desierto.
Hueso mordido por buitres que robaron a tu carne las facciones. Ningún arqueólogo, ni el mejor, podría recomponerlas. Será como si nunca hubieras existido, como si hubieras muerto antes de haber nacido. Los pajarracos te engañaron, aprendieron a volar, pero también se hicieron pasar por el Espíritu Santo, te hicieron creer en el bien y en el mal, en el cielo y en el pecado. Tanto miraste al cielo, que te quebraron el cuello. Tanto huías del suelo, que tus pies olvidaron cómo caminar y se partieron. Murió la realidad con un chasquido al que sucedió el silencio.

Ahora graznan bajo el sol, con el pico lleno de mentiras. No te querían a ti, querían tu sangre, la roja, para pintar con sucedáneo de carmín la sonrisa que les negó la naturaleza.

Sunday, September 12, 2004

Llegar a casa

Llegar a casa, ¿qué es?. Llegar, verbo activo, movimiento, con punto de partida y punto conclusivo. Casa. ¿cuál es mi casa?. Tal vez ésa en la que viví tanto tiempo, tal vez la otra en la que pasé mis mejores momentos. O puede ser otra. Puede que a la que ahora llegué, ebria de noche y consciente de tu ausencia. O puede ser precisamente la de más allá. Ésa a la que me gustaría llegar en zigzag contigo de la mano, sin saber muy bien cómo abrir la puerta, ni la de arriba ni la de abajo. Ésa en la que decidimos renunciar al estudio para meter una cuna, colocar una estrella de neón y ajustar un armario.
Quiero llegar a casa, a la que sea, pero contigo al lado. Quiero estrenarla mezclando el olor a sexo con la de salón recién pintado. Quiero llegar a odiarla, si es preciso, cuando se convierta en testigo de nuestra primera gran discusión y que ésta, la mayor de todas, sólo sea sobre si es mejor llamarle al niño Xosé Manuel o Ramón.

Sunday, September 05, 2004

El científico loco

En un futuro incierto, tú y yo seremos la cuenta por echar, la ecuación perfecta que descubrirá algún científico loco en el tiempo libre que le dejó su soledad. X+Z=infinito.
Creyeron demostrar que no existía el amor, que era inabarcable, pero entonces descubrieron al caso que refuta, el grajo blanco que descarta todo lo conocido hasta el momento.
Fueron dos ellas, dirán, las que un día decidieron que vivir merecía la pena, más allá de temores y de miedos. Fueron dos ellas las que tanto lucharon que se hicieron eternas en el gesto de unos brazos que se amarran con tal fuerza que dibujan el infinito. Fueron dos ellas, supuestamente insignificantes, las que configuran la física que regirá, la que demuestra que no sólo existe el negro.

Hijos del alcohol sincero

A quien no lo merece y a quien sí, a todos ellos. A los que gritan y callan, a los que aguantan y/o luchan, a todos ellos. A los que pienso y a los que olvido, sólo sé lo que quiero regalarles. No es una flor, ni mucho menos, tampoco un objeto. Debería bastarles con saberlo, con ser conscientes de que entre el espacio y el tiempo te he encontrado para decirte: te quiero.
La fusión, si te atreves, será tal, que los demás a lo más que aspirarán es a comprenderlo. Necesitarían una vida para ello, minutos, abrazos, segundos... que nunca poseerán. Lo más, un intento.
Te quiero, contigo, será eso, objeto indefinido, lleno en cada momento de un significado nuevo, rebosante día y noche de lo que te daré y de lo que busco para recrear en tu mañana y en tus sueños. Un desayuno simple, un lugar, arena que cae por mis manos hacia tu cuerpo y besos. Besos cóncavos y convexos, besos diferentes, besos que aprendieron a ser convencionales sólo para romper las reglas e inventar lo que nadie supo hasta el momento.
Nuestra tara será un espejo irónico y hueco en el que sus conceptos precocinados se convertirán en un aberrante icono obeso. Casa, hijo y coche, habremos convertido la esencia de sus sueños en el hedor de sus miedos, en la pestilencia de la cobardía que los adormeció para convencerles de que ser algo era no ser ellos.
Yo cantaré y tu escribirás, recíprocos cafés que nos entregaremos cuando las farolas aspiran a ser estrellas. Llegará entonces el día en que a oscuras creerán pelear nuestros agujeros negros, egos, yoes que si son sigmáticos sabrán que firmaron hace 3.000 millones de años, antes aún de la lucha, la paz del que sabe que se convertirá en modelo.
Nacerá entonces la nueva galaxia y veremos el quasar como esperpéntico, como fuego fatuo que sólo parece existir en nuestros pensamientos. Seremos conscientes, cuando el tiempo nos haya robado el hambre, de que si hay vida es porque contribuimos a ello.

Thursday, September 02, 2004

Lágrimas huecas de marzo

Llega un día en que te despiertas. Estás rodeada de lo que tus padres no tuvieron, en una cama confortable, sin frío. Puedes, en cualquier momento, poner la radio o la televisión para sentirte un poco acompañada. Puedes leer el libro que quieras, incluso comprar pornografía. Puedes ir al cine o alquilar una película. Pero todo este poder es la tragedia. El poder se alimenta de deseos de los que carecemos. Los tuvimos un día y los proyectamos en objetos, en trabajos, incluso en personas, en amigos, en parejas.
En el mundo que algunos soñaron la desidia nos impide escalar la palmera para coger un coco. Y si nos trajeran el coco en una caja no nos gustaría comerlo. Morimos así, mañana a mañana, de hambre de esperanza. No te apetece comer para, simplemente, despertarte al día siguiente.
Intentas aprender leyendo lo que otros escribieron, a lo que otros dedicaron su vida, pero sólo te sirve para ser consciente de lo que no sabrás nunca, ni tú, ni nadie. Intentas buscar vida mirando hacia la calle, pero sólo observas absurdo. Gente que va y viene, con la que nunca serás capaz de hablar, porque a cierta edad está feo parar a nadie y preguntarle por su vida, pedirle un cuento con el que fascinarte, una anécdota. La calle y la tele son lo mismo, la tele y la vida también. Gente que pasa, belleza que te abruma, grotesco que te sorprende, pero que en breve olvidas. Sonrisas en una cafetería por un chiste estúpido que ya conocías. Coches que no sabes adónde van pero que pisan el acelerador para llegar más rápido al tedio de sus vidas, a sus teles, a sus casas.
A veces te vuelves a asomar sin saber muy bien por qué y ves un borracho. Te compadeces de él con una mezcla de escándalo y pena, pero te detienes un momento y te das cuenta de que es a quien más tiempo has dedicado, en una mezcla entre escándalo y envidia porque, por momentos, ellos no saben adónde van y tienen probablemente más posibilidades de sorprenderse que tú.
Recuerdo cuando me bastaban los atardeceres para ser feliz. Los crepúsculos eran bonitos, pero su magia, mirando atrás, era la esperanza de compartirlos más adelante con otros. Ahora los miro. Los he compartido y, supongo, los viviré con más personas, pero ya con la certeza de que probablemente no sean las definitivas. Con el miedo a que algún día ese cariño se esfume y forme parte de un simple recuerdo difuso.
Antes esperaba las horas con avidez para que llegase algo. Ahora ¿qué espero?. Llegue lo que llegue no lo hará para perdurar. Venga lo que venga se irá. Amor, sonrisas, mentiras. Ni el dolor ni el amor son para siempre. No lloro hoy por lo mismo que lo hacía ayer. Me pregunto cuándo cambié. Cuándo comenzó esta mutación interminable hasta un ser totalmente desconocido e ingobernable.
Acumulé con pasión todos los discos que ahora viven apiñados en mi estantería. Era capaz entonces de conocer cada segundo de cada tema, de identificarlos entre el ruido. Ya casi no los escucho porque cuando lo hago soy terriblemente consciente de que ya no me emociono con ellos. Los hay buenos, mejores y peores, pero en cualquier caso, me resultan casi indiferentes. Algunos incluso tienen aún el precinto porque, una vez en mis manos, me dio pereza escucharlos.
Mis discos son como mi vida. Están ahí, esconden algo maravilloso, no me cabe duda, pero ya no tengo fuerza ni deseo para disfrutarlos, para buscar esos acordes que me emocionaban, esos sonidos retorcidos que incluso llegaron a hacerme llorar. Ahora sólo lloro porque no soy capaz de hacerlo ni ante la alegría ni ante la pena. Lloro por la absoluta indiferencia. Es como si no llorase.

Mentiras de febrero

No era verdad, la razón me ha vuelto a engañar, con la misma mentira de siempre, la de hacerme creer invulnerable. Y ahora se ríe de mí. ¿Quién te crees que eres para controlar tus deseos?
Estos días he buscado el sol por la noche. Dicen que a esas horas es imposible encontrarlo. Siempre es difícil, pero a oscuras es más fácil ver una luz, aunque también lo es confundirla con el astro, con el definitivo y presuntamente eterno. Aun así, aun consciente de que lo que veía eran simples flashes, ni tan siquiera podía aspirar a que me captasen para un momento más de sus vidas, insignificante, pero momento. Necesitaba solo eso, captar la atención un poco más allá de la mirada. Pero todo volvió a conspirar contra mí con su indiferencia, como cuando miras las estrellas y parece que palpitan sólo para que seas consciente de que no eres nada. Nunca le pondré estrellas fluorescentes a mis hijos. Son crueles, como esos puñeteros osos de peluche, que se criaron contigo y no son capaces de cambiar la mueca para compadecerse de ti cuando a los 16, la que a los 16 iba a ser el amor de tu vida, se va con otro antes que contigo sin razones objetivas para ser tú la rechazada. ¿Tú también te ríes de mí, o qué?. Al osito al menos lo puedes volear. Intenta pegarle a una estrella...
Jodida estrella. No, no voy a pensar más en alquimias, porque sé que no existen. Sólo quiero dormir, descansar... Dios, sí, porque mañana vuelve a tocar donación de mi tiempo para que ese perro engominado pueda seguir follándose a veinteañeras enseñando su tarjeta de visita. Los verdaderos vampiros llevan traje y corbata y la mayor deferencia que tienen contigo es darte un poco de la vaselina que les sobró para que al día siguiente pienses que al menos no lo hizo a pelo.
Mejor es pues, no pensar en el vacío, no pensar tampoco en mañana, sólo dormir para escapar durante un rato de todo. Por un tiempo me costó encontrar ese camino hacia los sueños. Antes sólo bastaba estirar el brazo y saber que te ibas a despertar con algo más que un reloj. A unas malas, te llegaba con encontrar su olor entre las sábanas para dirigirte hacia el día siguiente. Ahora mis sábanas solo huelen a mí. A lo mejor las estrellas tenían razón.Pero la que era mi única droga asequible también me ha traicionado. La certeza de paz de esas horas también se ríe ahora, como lo hace ese deseo que parecía tan inocente y sumiso a mi razón. Se han aliado y en las noches en que no busco el sol se me aparece ella, cómo una virgen. ¿Yo? Como una idiota.

Te siento

Las palabras son sonidos, son los gritos de nuestro cerebro; escritos, hablados o en silencio, expresan el dolor, el placer, un deseo o sentimiento. Somos lo que decimos, en parte, porque también se habla haciendo y haciendo, a su vez, se cambia el sentido de un concepto.
Aprendemos esas palabras, pero en una lengua concreta, por lo que no sólo bebemos letras, sino que lamemos una historia entera. Sorbemos la sangre de las que hicieron del “sufragio” algo universal, de quienes añadieron a “trabajo” una aspiración de dignidad; mordemos el polvo en la batalla de la “igualdad” y justo ahora dudamos si la violencia es de “género” o “familiar”.
Evolucionamos, nosotros. Evolucionan, pues, las palabras, porque lo hacen previamente los conceptos. Y si estos, además, son nuevos, callamos, escuchamos y el sonido nos da una respuesta: onomatopeya. Si no hubiera pistolas, no habría “bang”, si no hubiera teléfonos, no habría “ring”.

Somos pues, esclavos y dueños del lenguaje, por lo que es esencial entenderlo para entendernos y entendernos para crearlo y adaptarlo, para no equivocarnos al expresarlo. Por eso no digo te quiero. Al menos en un primer momento...
El verbo querer es extraño, subjetivo pero a la vez generalizado. ¿Qué entiendes por querer? Haz esta pregunta a cualquier persona. No te la sabrá responder sin embrollarse, sin acudir a menos de otros tres conceptos abstractos y difusos.
Por eso ahora no te quiero, porque no eres un objeto y porque tampoco me gustaría aplicarte un término que, para mí, es tan imperfecto. Por eso busco y, pensando, encuentro. Una mejor forma de expresar lo que quiere mi cerebro, lo que percibe mi cuerpo. Las neuronas me dicen que te siento. Te siento aquí, ahora que estoy lejos. En la cama me/te sentía dentro, de tu/mi mente y de tu/mi cuerpo.
Y ante esto, (malditas rimas), ante verbos –quiero y siento- hermanados por las vocales, sólo queda esperar a que venga el tiempo para que el sentir se transforme en lo que tú entiendes por querer o para que ambos se sumen y me hagan decir: “te quiero... seguir sintiendo...¿siempre?”.

¿Quieres ser ella?

Tú podrías ser ella. ¿Qué quién es ella?. Ella es la mezcla de buscarla y que me encuentre. Ella es la hija de casualidades, de heridas que cobran sentido, de pasos que parecieron insignificantes... Ella no era más que yo, lo que yo quería que fuera, hasta que apareciste tú.
Ahora tú la creas conmigo y me debes ayudar a entenderla, a saber por qué le das esa forma que no había imaginado. Me debes ayudar a amarla aunque no sea exactamente como la había concebido. Enséñame a leerla si se disfraza de letra, a hervirla si se vuelve carne, a verla aunque sea negra.
Ella era perfecta y por tenerla pagaba el peaje de su inexistencia. Sólo la veía si cerraba los ojos, era un ángel, con alas, pero sin sexo, siempre conmigo, pero siempre lejos. ¿Cómo decirle te quiero al espejo?.
Y tú... ¿quieres ser ella?