Sili[k] ... escupe con el alma

Mi corazón supura infección, infección de amor y de su pérdida.

Saturday, February 25, 2006

Hasta luego

En tu boca pude ver los besos que le diste a otras personas. En mi mente... en mi mente se clavó la envidia por no ser la autora. Y en tus labios leí las mentiras y los silencios que no querían hablar de ello. Y dolía. Dolía demasiado saberlo, pero más dolían los mordiscos en la lengua para no preguntarlo. ¿Dónde habrás estado en todo este tiempo?
Yo aquí, esperando este hasta luego. Tratando de convencerme de que lo he olvidado, aunque sepa a la perfección que no es cierto. Me miento, me cubro de palabras que aseguran que ya no quedan restos de ti en éste, mi cuerpo. Pero es invierno. Y siempre hay días de viento. De esos que se llevan lo que no está fijado al suelo. De esos que desnudan al verbo y dejan al descubierto a los sentimientos, los únicos capaces de resistir a huracanes, a razones, a lógicas... se hicieron demasiado fuertes a base de instantes, de noches, de amanceres y de momentos.

Tuesday, February 14, 2006

Flores

Tú sigues siendo la dueña de las flores que no tengo a quien entregar y que termino comprando para mí. Para poner en la tumba de esta conjunción que nunca tuvo un nombre concreto pero que aparece grabado en la piedra por la erosión de las lágrimas.

Friday, February 03, 2006

Carcajadas

Hoy la escuché de nuevo. Tu sonrisa al despertar. Me acariciaba la nuca entre sueños. Y volví a la realidad. Pero seguías riéndote. Cada vez con más estruendo, como si no pudieras parar. Y continuaste haciéndolo toda la mañana. Así que decidí mirarte a la cara, mi querido recuerdo. Y observándote, con los ojos bien despiertos, encontré lo que buscaba. La verdad.

Y la verdad es sólo eso. Tus carcajadas, tus muecas excesivas, cualquiera de tus gestos. La verdad se deja ver a través de tu garganta, que sólo escupió mentiras. En forma de palabras, de gemidos, de besos, de te quieros embusteros en un aeropuerto. Por eso te sigues riendo. Y por eso terminé enloqueciendo. Porque me infestaste del vacío que llena tu ser y tu cuerpo y, una vez henchida de nada, no me quedaba con qué combatir el tormento.