Sili[k] ... escupe con el alma

Mi corazón supura infección, infección de amor y de su pérdida.

Wednesday, July 20, 2005

Geología

Sí, es cierto, cuando aún tienes ideales puedes sentir cómo una especie de electricidad mística te recorre el cuerpo mientras alguien te dice: “la fe mueve montañas”. El poder de tus actos parece infinito. Sólo es cuestión de paciencia, ¿verdad? De mirarla, de cumbre a falda, un día, dos, una semana, ¿una vida?
Será que la fe es muy fuerte, pero parece que lo es más la geología, porque los ojos me sangran ya de tantas tardes viendo cómo el sol se escapa por el mismo sitio de tu espalda.
Me dicen entonces: “busca otra montaña”. Si fuera imbécil tal vez me convencerían y podría seguir engañando a mi esperanza, pero supongo que he abusado de los libros de geología, quienes me reconocieron que, efectivamente, las montañas se mueven, pero no por mirarlas.
Lo harán por un terremoto, por un volcán, quizá por una riada, y podría darse el caso de que tal conjunción de elementos resultase en el movimiento que esperaba. Pero, desde luego, en cualquiera de esos supuestos, conseguir mi objetivo no habría sido fruto ni de mi fe ni de mi perseverancia. Conclusión: “no condicionamos nada”. Conclusión de la conclusión: “¿para qué tener fe?”. Conclusión de la conclusión de la conclusión: “¿para qué?”. La respuesta ya la sabéis como la sé yo, ¿verdad?: Para _ _ _ _

Monday, July 18, 2005

Órbitas

Tras años en nuestras respectivas órbitas, ajenas a la existencia de una y otra, nos cruzamos. Pasamos muy cerca, tanto, que tu gravedad me convirtió en luna. Pero aquel meteorito aún mantiene polvo alrededor de tu esfera, aún genera terremotos y volcanes sobre tu tierra, incandescente e inestable, que no deja nacer a la vida.
Por eso, aunque yo pretenda iluminar la oscuridad de tus valles y tus mesetas, aunque en otro tiempo, pasado o futuro, me hubiese podido bañar en tus mares e inspirar a los poetas, sólo soy una víctima más de la energía enfurecida que arranca lava y piedras de tus entrañas.
Todo este tiempo he vibrado por su causa y ahora sólo espero a que llegue el momento en que una de esas convulsiones lance contra mi cara tal fuerza que me envíe nuevamente al vacío con la esperanza de que los eones me lleven a volver a orbitar por otro planeta que necesite compañía en sus noches de vela.

Sunday, July 17, 2005

Piedras

Te pronuncio en secreto, intentando vanamente que el aire de los susurros implore al polvo y te haga surgir de la nada para mí, para poblar este paraíso que te ofrezco en un croquis y que rechazas de entrada porque otras veces te prometieron castillos que nunca se llegaron a construír.
Yo no aspiro a amurallar la tierra. Lo que quiero crear no es de piedra. Las grandes obras ya están hechas y lo que marca este mapa es cómo llegar a ellas, cómo surcarlas y bordearlas y convertirlas en nuestras sin tener que despedazarlas, sin modificarlas ni alterarlas. Sólo quiero pasear por ellas contigo de la mano y saber que yo las miro con tus ojos y tú con los míos.

Líneas

Asumo el riesgo, el del perder lo que ya no tengo, el de pagar con jirones de músculo, del de siempre, del que late. De día y de noche. Por ti, porque sí, porque quiere, a ti.
Me tienta, cuando la ventisca helada roza mis ojos y los petrifica para que no puedan llorar, volar al clima cálido, al cómodo y seguro. Susurra y entre sueños le respondo tímidamente, hasta que tú me despiertas, sin saberlo, con tal violencia, con tal ardor, que soy incapaz de concebir los días sin este sol que me quema, que descama mi piel y la deja a merced del viento que levanta el rastro de tu marcha.
Adiós, me dices. Un beso. Y añades: esto no ha significado nada. Arena, calor, sudor y agua, pero no hay playa. ¿Dónde está la frontera entre utopía y esperanza? ¿Y entre resistencia y humillación? ¿Existen realmente esas líneas de separación? Puede que no existan, o puede que sean infinitas. En ambos casos, el resultado viene a ser el mismo, caminar por un lugar presunto o por uno que nunca termina, que me agota, que me aja y que me roba el poco aliento que tenía.

Guardando distancias

Dices que no, que guardemos las distancias, porque no controlas la atracción. Dímelo a la cara. Repíteme ese no mirándome a los ojos, mientras mi aliento te susurra la misma pregunta. ¿Seguro que no?. Me mantienes la mirada y guardas silencio. Tu cerebro tiene una respuesta, tu piel erizada, otra.
Te doy la espalda. Me voy, pues. Pero sé que miras mis hombros, descubiertos al verano, mínimamente húmedos por el sopor. Me tiro el farol y echo a andar. Dejo la insistencia para otra ocasión. Tal vez esa presunta indiferencia es lo que te lleva a dejar vencer a tu no-razón, que me agarra por la cintura y me gira, que me coloca a dos centímetros de tu boca. Respiras, entrecortada, otra vez me miras. ¿Seguro que no?, te pregunto con una sonrisa. Me odias. ¿Seguro que no?, repite mi cadera contra la tuya.
¡Cállate!, gritas. Muy bien. Pero el silencio más te irrita, porque aún hace más evidente que solas estamos, tú y yo, que el orgullo no compensa esta represión. En el pecado llevas la penitencia, lo sabes, porque tu seso está en minoría respecto al clamor del resto de tu cuerpo, que se manifiesta en tus labios sedientos, en tu pecho armado para hacer la guerra.
Dudas. Te sigues planteando si esto es o no es lo correcto. Mientras piensas, sigue pasando el tiempo, sigue fluyendo tu sangre, sigues tragando saliva, porque me muerdo el labio en la espera y eres tú quien querría hacerlo. Te gusta demasiado esta lengua, en tu boca, en tu cuello, de paseo por cada rincón de tu anatomía.
Me deseas, te deseo. Lo sabemos, con la misma claridad que sé que si diese un paso más no te resistirías. Pero por eso me abstengo, porque no es rey quien domina imponiendo, sino el que gobierna sin ejército. Ésta es mi artillería, la espera, la paciencia y el respeto. A través de la conquista pausada de cada uno de tus músculos, de los más minúsculos huesos, terminará por caer de su torre de marfil tu maldito cerebro, empeñado a estas alturas en dividir entre lo malo y lo bueno.
¿Miedo a hacerme daño? El sexo no duele, cariño mío. Alimenta mi esperanza, pero eso no te lo digo, y aún así, ya deberías saber que prefiero morir sintiendo espasmos de veneno, que me recuerden que he vivido y he tomado riesgos, a hacerlo en la lenta agonía del famélico. El Ave Fénix resurge de sus cenizas, pero queda cojo si le cortan una pata.
No debo. Insistes. Haz lo que quieras, que sea lo que sea, lo entiendo. ¡Pero quiero hacerlo!. Te contradices. Luego aquí tienes la muestra, eres humana, amasijo de errores y aciertos. Te guste o no eres como yo, como esa masa informe a la que llamas “ellos”.

Friday, July 01, 2005

¡Siga buscando!

Yo te quiero
Tú la quieres
Ella me quiere

Los pronombres divierten al amor, que los pega a su antojo en combinaciones imposibles para ver cómo jugamos al perro y al gato, a policías y ladrones. Nos perseguimos a su gusto hasta que no podemos más y somos nosotros los que intentamos manipular el lenguaje. Ilusos.

Yo te quiero
Tú me quieres
¡Nos queremos!
Yo me miento
Tú te mientes
Nos mentimos
Nos odiamos
Yo a mí, tú a ti
Yo a ti, tú a mí

¡Siga buscando!

Advertencia: La vida no se hace responsable de la posibilidad de que no exista la combinación que anhela.