Sili[k] ... escupe con el alma

Mi corazón supura infección, infección de amor y de su pérdida.

Friday, January 07, 2005

Restos de ti

Los restos de ti entre mis uñas son embusteros. Aparentan ser la evidencia de que me he adueñado de ti, de que orgánicamente te poseo, aunque ahora no estés aquí. Son testigos de momentos próximos, recuerdos de instantes vividos que aún te mantienen a mi lado con la claridad de un holograma de alta resolución. Son una paradoja, la de percibirte a la vez perfecta e irrealmente. Pese a todo, no puedo dejar de mirar tu olor, de rebobinar una y otra vez secuencias que se han ido en el tiempo pero que la tecnología de nuestros sentidos ha atrapado. No sé si para siempre, pero sí por ahora.
Como un obseso coleccionista de sellos, los analizo con una lupa, los amplío, los recreo, los imagino pegados en una carta imposible en la que te envío besos tan poderosos que, al salir del sobre, se pegan a tus tobillos, mutan en alas de deidad griega y te hacen volar hasta mi ventana, desde donde me llamas como un trovador caído del cielo. Me prometes al oído viajar al lugar en que se ocultan los verbos que aún no han sido descubiertos y a los que crees que podemos convencer para que sean nuestros. Verbos sinónimos de amar que prefieren ser ignotos, por el momento. Tienen miedo a que los atrapen bocas para los que la diferencia entre amar y matar sea sólo una T. Tienen miedo de acabar haciéndose pequeños como él. Tienen miedo de entregarse a quien no sabe leer.
Las dos sabemos que será difícil convencerlos, pero también tenemos la certeza de que no intentarlo sería una ofensa, para ellos y para quien nos dio -sea quien sea- la capacidad de ver más allá de lo que otros sólo observan, la capacidad de escuchar imágenes, de ver sonidos y de palpar sabores. Sería una ofensa para quien se empeñó en remover casualidades, sincronizar minutos y alternar momentos hasta el día de aquel beso.
Sí, debemos hacerlo. Convenceremos a esas palabras misteriosas de que difícilmente tendrán mejor dueño, de que las cuidaremos cada día como el primero. Tanto nos adorarán por ello, que estoy segura de que aceptarán incluso viajar con nosotras cuando no seamos cuerpo, a ese lugar donde no existe espacio, donde no existe tiempo, pero en el que sí habrá lugar para ti, para mí y para los verbos.

Mi Navidad

Bañada por un sol que, probablemente, a estas horas no ves, pongo a prueba mi paciencia, que me exige recurrir a hábitos y manías con los que he aprendido que el tiempo se reduce. Un tiempo que es también espacio hasta ti, que va a la velocidad de rotación de la Tierra, en razón de 24 horas al día.
Pese a todo, no puedo evitar que cualquier movimiento, cualquier pensamiento, lleve aparejada la pregunta de qué estarás haciendo tú ahora. Dónde, con quién, diciendo qué... tal vez tu boca haya pronunciado en mi ausencia palabras mágicas con las que no habría sido capaz de resistir los deseos de besarla.
Dormir es aquí hacerlo con la esperanza de encontrarte en un sueño y despertar es una frustración que sólo tiene como consuelo que queda menos para mañana. Haber convertido la noche en hiperespacio en el que dos horas distantes entre sí se aproximan por un atajo imaginario, engañando a la física para dar un placebo al corazón.
Quererte y saber que es recíproco es tan malo como bueno. Es saber que a tu lado lo tengo todo en grado absoluto, pero es saber que nada podrá completar ese hueco en tu ausencia, por mucho que me den y por mucho que tenga.
Es también dudar de si realmente he sido libre antes de saber de ti. De si no fue todo un sueño del que ahora despierto o viceversa.