Restos de ti
Los restos de ti entre mis uñas son embusteros. Aparentan ser la evidencia de que me he adueñado de ti, de que orgánicamente te poseo, aunque ahora no estés aquí. Son testigos de momentos próximos, recuerdos de instantes vividos que aún te mantienen a mi lado con la claridad de un holograma de alta resolución. Son una paradoja, la de percibirte a la vez perfecta e irrealmente. Pese a todo, no puedo dejar de mirar tu olor, de rebobinar una y otra vez secuencias que se han ido en el tiempo pero que la tecnología de nuestros sentidos ha atrapado. No sé si para siempre, pero sí por ahora. Como un obseso coleccionista de sellos, los analizo con una lupa, los amplío, los recreo, los imagino pegados en una carta imposible en la que te envío besos tan poderosos que, al salir del sobre, se pegan a tus tobillos, mutan en alas de deidad griega y te hacen volar hasta mi ventana, desde donde me llamas como un trovador caído del cielo. Me prometes al oído viajar al lugar en que se ocultan los verbos que aún no han sido descubiertos y a los que crees que podemos convencer para que sean nuestros. Verbos sinónimos de amar que prefieren ser ignotos, por el momento. Tienen miedo a que los atrapen bocas para los que la diferencia entre amar y matar sea sólo una T. Tienen miedo de acabar haciéndose pequeños como él. Tienen miedo de entregarse a quien no sabe leer. Las dos sabemos que será difícil convencerlos, pero también tenemos la certeza de que no intentarlo sería una ofensa, para ellos y para quien nos dio -sea quien sea- la capacidad de ver más allá de lo que otros sólo observan, la capacidad de escuchar imágenes, de ver sonidos y de palpar sabores. Sería una ofensa para quien se empeñó en remover casualidades, sincronizar minutos y alternar momentos hasta el día de aquel beso. Sí, debemos hacerlo. Convenceremos a esas palabras misteriosas de que difícilmente tendrán mejor dueño, de que las cuidaremos cada día como el primero. Tanto nos adorarán por ello, que estoy segura de que aceptarán incluso viajar con nosotras cuando no seamos cuerpo, a ese lugar donde no existe espacio, donde no existe tiempo, pero en el que sí habrá lugar para ti, para mí y para los verbos.