Sili[k] ... escupe con el alma

Mi corazón supura infección, infección de amor y de su pérdida.

Sunday, April 27, 2008

Se me hacen lagunas, amor.
Y no es por el agua. Sólo es porque no te tengo.
Porque eres Venus,
que nace en mis lágrimas.
El hijo bastardo de este lamento.

Eres tan puta, tanto...
que ni estás aquí.
No das la cara para
que te lo pueda decir.

Allí, allí, allá, en ese lugar.
Indefinido.
Ven, ven, ven aquí.
Dame con tu tristeza
la dulce venganza
que me da vergüenza pedir...

El hueco

La feliciad se me ha convertido en verdad.
No me quejo.
Lo que siempre busqué está aquí, es tal...
No es un sueño.
Es calor en una cama;
Es eso.
Ese eso que se hace realidad.
La desgracia dichosa de un sueño.
Aquí; ahora.
Me espera...
Y aun así, lo que no está...
está echado de menos.
Porque se agarra, a mí.
Se me emponzoña.
El muerto.
Con su hedor, un sinsabor.
Está aquí, arañándome, herido...
muerto.

Saturday, February 25, 2006

Hasta luego

En tu boca pude ver los besos que le diste a otras personas. En mi mente... en mi mente se clavó la envidia por no ser la autora. Y en tus labios leí las mentiras y los silencios que no querían hablar de ello. Y dolía. Dolía demasiado saberlo, pero más dolían los mordiscos en la lengua para no preguntarlo. ¿Dónde habrás estado en todo este tiempo?
Yo aquí, esperando este hasta luego. Tratando de convencerme de que lo he olvidado, aunque sepa a la perfección que no es cierto. Me miento, me cubro de palabras que aseguran que ya no quedan restos de ti en éste, mi cuerpo. Pero es invierno. Y siempre hay días de viento. De esos que se llevan lo que no está fijado al suelo. De esos que desnudan al verbo y dejan al descubierto a los sentimientos, los únicos capaces de resistir a huracanes, a razones, a lógicas... se hicieron demasiado fuertes a base de instantes, de noches, de amanceres y de momentos.

Tuesday, February 14, 2006

Flores

Tú sigues siendo la dueña de las flores que no tengo a quien entregar y que termino comprando para mí. Para poner en la tumba de esta conjunción que nunca tuvo un nombre concreto pero que aparece grabado en la piedra por la erosión de las lágrimas.

Friday, February 03, 2006

Carcajadas

Hoy la escuché de nuevo. Tu sonrisa al despertar. Me acariciaba la nuca entre sueños. Y volví a la realidad. Pero seguías riéndote. Cada vez con más estruendo, como si no pudieras parar. Y continuaste haciéndolo toda la mañana. Así que decidí mirarte a la cara, mi querido recuerdo. Y observándote, con los ojos bien despiertos, encontré lo que buscaba. La verdad.

Y la verdad es sólo eso. Tus carcajadas, tus muecas excesivas, cualquiera de tus gestos. La verdad se deja ver a través de tu garganta, que sólo escupió mentiras. En forma de palabras, de gemidos, de besos, de te quieros embusteros en un aeropuerto. Por eso te sigues riendo. Y por eso terminé enloqueciendo. Porque me infestaste del vacío que llena tu ser y tu cuerpo y, una vez henchida de nada, no me quedaba con qué combatir el tormento.

Tuesday, January 03, 2006

Atlas

Cientos de volcanes salados han sido necesarios hasta configurar esta especie de paisaje lunar por el que te he invitado a caminar. De cada convulsión en las entrañas de esta tierra emergieron aguas ácidas y piedras incandescentes que fueron tallando esas rutas sinuosas en las que te perdías, en las que la luz se filtraba con un color que era capaz de colarse en tus sueños.
Pude sentir el miedo de tus ojos al mirar mis laderas.El miedo de quien no sabe lo que puede esconderse tras ellas. Y por eso, convulsioné de nuevo todo lo que fue necesario, para que quedasen a tu vista los secretos que, de lo contrario, habrían seguido siéndolo durante miles de años.
Llegué a trazar un atlas bien claro, no solo de las laderas, sino también de aquel acantilado, de ésa montaña escarpada que puedes contemplar a lo lejos y que me decías que te asustaba.
Todo fue escrito, contraviniendo a la propia naturaleza, para tratar de poner ante tus ojos el camino que creías perdido. Incluso, aprendí a llover sin estridencia para no arramblar con la tierra y permitir así que naciesen pequeñas flores silvestres con las que informarte de que, con algo de paciencia, tus pies terminarían pisando mullida hierba.
Sin embargo, debí de haberme percatado de que no hay mapas, por detallada que sea su escala, por bien marcado que esté el itinerario, que sirvan para convertir a quien nunca tuvo alma de viajero. No te puedo culpar. Los hay que se conforman con ver atardecer siempre desde el mismo lugar, los hay convencidos de que si se mueven, el sol, en venganza, no volverá.
Me quedo tranquila. Llegará un verano en que tanto quemará el astro, que necesitarás emigrar. Recordarás aquel mapa y querrás recuperarlo. No sé entonces si aún estará.

Thursday, September 15, 2005

Click

Tus piernas abiertas ante mi boca. Click. Aprietas los dientes. Click. Mientras mi lengua trabaja sin decir una sola palabra Tú intentas mantener silencio para que no se escape ni un ápice de placer, para que siga fluyendo dentro de tu cuerpo. Click. Y para ahogarme en agua salada. Click. Y muerdes la almohada. Click. Y me tiras del pelo. Click. Me provocas. Y mi venganza es seguir haciendo. Con más acervo.

Sigo acercándome al Infierno. Donde el mar es de lava. Click. Y como siento miedo, alargo los brazos hasta encontrar asidero en dos pequeñas montañas. Una de ellas parece un volcán. Blum. Blum. Blum. Click. Y cada vez a más velocidad.

Y explotas. Click. Click. Click. Y me bebo tu sangre con sabor a lágrimas. Click. Y sigues estallando, hasta que sueltas la almohada, humedecida con tu saliva. Click. Eres mía. Click. Aunque esa almohada sólo sea ahora un trozo de esponja en el que apoyo la cara, sóla. Click. Eres mía. Click. Porque para asegurarme de que te recordaría siempre si te perdía, aprendí a fotografiar cada momento en tu compañía.

Monday, August 01, 2005

Ruídos

En el silencio que deja el miedo a seguir pensando en ti, escucho cada pequeño sonido. Si fuera ciega sabría cuándo es de noche y cuándo es de día porque, cuando se va el sol, la electricidad de las neveras, los pasos del vecino o las gotas de un grifo se despiertan para susurrarme al oído que puede que no vuelvas.
Parece que se ríen. Se regodean. Me amenazan diciéndome que tal vez la otra noche fue la última en la que nuestras respiraciones y gemidos les robaban el protagonismo y que quizá en unos días tendré la certeza de que sólo quedarán ellos para mecerme justo antes de coger el sueño.
El reloj de pulsera aplaude el reto con sus manecillas. Un coche que pasa lo jalea y, al otro lado del patio, estalla de júbilo una cisterna, sabedora de que existen demasiados indicios de que esa hipótesis sea correcta.
Mi esperanza se transforma en orgullo y mi orgullo en ira. Y soy yo quien les grita: ¡Bastardos! Puede que acertéis, sí, pero también podéis equivocaros. Y si es así, tened por seguro que nunca más volveré a escucharos. Os asfixiaré con el sonido del placer, del que daré y del que recibiré, y os barreré para siempre con mi lengua, de la que sólo saldrán palabras de cariño. Sí, celebrad vuestra momentánea victoria, la de la batalla, porque si soy yo quien gana esta guerra, no habrá pólvora para fuegos de artificio que superen la energía de mis besos.
Por momentos, callan. Como cuando ruge el león herido para espantar a la manada de hienas. Pero en el fondo saben que la llaga es demasiado profunda como para que los alaridos sean reflejo de mi fuerza. Y las muy zorras, a las que se ha sumado el centrifugado de una lavadora, dejan que resuene el eco de mis palabras y vuelven a carcajear lacónicamente mientras se acercan con su risa amenazadora.
¿Por qué no sigues gritando? Me pregunta la campanilla de un microondas. ¿Temes quedar afónica?, añade el plástico de una bolsa.
¡Yo ya no temo a nada! La suerte está echada.
Esta vez ni tan siquiera se molestan en responder a mis palabras. De hecho, ahora no he sido capaz ni de pronunciarlas. Las pienso, pero con la sensación de que ya sólo las creen algunos de los pueblos remotos y primitivos que viven en mi interior, los mismos que siguen danzando alrededor de una hoguera para pedir lluvia a los dioses y que adoran a la luna para convencerla de que no caiga sobre sus cabezas.
Y ahora que me perciben abatida, una moto trucada me recuerda: Bonita, vas a llorar tanto, que terminarás uniéndote a nuestro bando. Tú también tendrás la noche como único refugio y agradecerás que la lluvia que golpea el cristal reduzca el escándalo de tus lágrimas. Abrazarás a los truenos y bendecirás la hojas de los árboles que zarandea el viento, porque sólo ellos serán equiparables a la magnitud de tu lamento.