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Algún día, a ti, me gustaría referirme como “ella”, la mujer que me soporta y me completa. Me gustaría ser las letras en el anillo que corona tu dedo, en el mismo que me invade por sorpresa media hora antes del amanecer.
Quisiera que fueras la última, la que peina mis primeras canas, la que escucha conmigo las palabras iniciáticas del niño luchado. Tanto quisiera de ti, que no me atrevo a enunciarlo ni a reconocerlo, que insisto en negarlo, en buscar esa vida en la que no soy yo, sino sólo un retazo.
Porque te quiero te temo. A tu adiós, a tu indiferencia, a verme obligada a compararte con otras. Porque eres la medida de todas las cosas, de las mías, de todo aquello con lo que sueño.
Quisiera que fueras la última, la que peina mis primeras canas, la que escucha conmigo las palabras iniciáticas del niño luchado. Tanto quisiera de ti, que no me atrevo a enunciarlo ni a reconocerlo, que insisto en negarlo, en buscar esa vida en la que no soy yo, sino sólo un retazo.
Porque te quiero te temo. A tu adiós, a tu indiferencia, a verme obligada a compararte con otras. Porque eres la medida de todas las cosas, de las mías, de todo aquello con lo que sueño.
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