Otra noche
Otra noche sin ti, desaparecida en ese tiempo/espacio que aún no podemos compartir. Desaparecida en un lugar que conozco pero al que no llego más que con el pensamiento de haber estado allí, de haberte sentido en él, testigo silencioso de nuestra complicidad contenida.
Los miedos se instalan en ese hueco, expulsados con eficiencia dudosa por la paciencia, santa ella. Puedes ser la perfecta, pero en el momento más inoportuno, en ése en que necesitas saberte de ti, en ese en que yo ya estuve pero del que no te puedo hacer salir.
Estás allí, pero estás aquí, repartiéndote entre cuerpo propio y sueños míos a los que te atraigo bajo la lluvia de mis humedades, de las lágrimas que no vierto y que reservo por si llega el momento. El momento en que tus dudas se crean un cierto y digan no a todo eso que tanto temes y sí a lo que otros desean por ti.
Miedo, hielo que me corta pero del que bebo para crear con mis manos océanos en los que perdernos, en los que inventamos branquias cerebrales que respiran cada momento, convirtiéndolo en eterno, convirtiéndolo en recuerdos, en ahora... quizá en un nunca.
Porque nuestro paraíso es ése, el de nunca, aquel hacia el que otros vagaron sin éxito. Ése en el que fabricamos con la imaginación nuevos sabores de frutas, nuevos olores, mezcla de piel y mezcla de lluvia. Paraíso, no perdido, pero sí no encontrado, desaparecido bajo la lava que quemó cuerpos sin nombre y por el cual hondonamos grutas, caminos que desangran nuestras manos, que extenúan los mismos cuerpos con los que nos amamos.
Los miedos se instalan en ese hueco, expulsados con eficiencia dudosa por la paciencia, santa ella. Puedes ser la perfecta, pero en el momento más inoportuno, en ése en que necesitas saberte de ti, en ese en que yo ya estuve pero del que no te puedo hacer salir.
Estás allí, pero estás aquí, repartiéndote entre cuerpo propio y sueños míos a los que te atraigo bajo la lluvia de mis humedades, de las lágrimas que no vierto y que reservo por si llega el momento. El momento en que tus dudas se crean un cierto y digan no a todo eso que tanto temes y sí a lo que otros desean por ti.
Miedo, hielo que me corta pero del que bebo para crear con mis manos océanos en los que perdernos, en los que inventamos branquias cerebrales que respiran cada momento, convirtiéndolo en eterno, convirtiéndolo en recuerdos, en ahora... quizá en un nunca.
Porque nuestro paraíso es ése, el de nunca, aquel hacia el que otros vagaron sin éxito. Ése en el que fabricamos con la imaginación nuevos sabores de frutas, nuevos olores, mezcla de piel y mezcla de lluvia. Paraíso, no perdido, pero sí no encontrado, desaparecido bajo la lava que quemó cuerpos sin nombre y por el cual hondonamos grutas, caminos que desangran nuestras manos, que extenúan los mismos cuerpos con los que nos amamos.
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